Un altar de una misma
Atreverte a poner en tu altar tu propia foto es un acto de osadía enorme, sobre todo porque para ser capaz de hacerlo hay que vencer la voz del ego que te dice que eres ridícula o estás loca. Pero cuando tú, en medio de un trabajo ceremonial, con tu “Mirada-visión” eres capaz de ver la belleza trascendente en TODAS tus hermanas, tanto en aquella que la sociedad llamaría fea, o gorda, o vieja... como en ti misma... ¡Entiendes que todas pueden ser hermosas cuando se honran a sí mismas... y que tú no eres una excepción! ¡Y eso es revolucionario, porque cuando has visto ya no hay vuelta atrás! Por eso nosotras, entre las múltiples imágenes de la Diosa, honramos nuestra propia imagen. Mariana G. Legar